domingo, 8 de agosto de 2021

Invitación a "El cazador" (1992) de Hugo Fontana (1955)

    El escozor de un balazo.     En la pierna del perseguido, en el cuerpo del lector. 

“La vida es un laberinto, a veces absurdo, a veces racional, en el que se nos deposita eludiendo una entrada que no existe. Allí estamos, con el asombro de saber que nunca hubo pasado, absortos por verificar que lo único que rige es el azar y que existimos a su merced. Que este, como un animal ansioso, nos acecha a cada paso y que así somos tributo de sus necesidades: la pasión y la melancolía, la euforia o la mezquindad”. (1992:87). 

A lo largo de esta novela seguimos el recorrido de un personaje que deambula por Montevideo con la excusa de estar buscando a otro para matarlo, pero en el proceso se encuentra con seres del pasado, recorre las calles buscando una conversación, un contacto con una otredad que no existe. Un extranjero en su tierra, un visitante tardío que se quedó en el pasado y demora en procesar el contraste de la ciudad que observa y la que guarda en la memoria. 

La travesía de este personaje se intercala con una serie de cartas falsas que un sujeto envía a una mujer haciéndose pasar por su marido muerto, para borrar -a través de las palabras- el recuerdo amoroso que la viuda conserva y poder allanar el camino de una conquista bastante retorcida. La historia de esas misivas (que resucitan a un muerto falsificando la caligrafía y la realidad) es contada por el doctor Iribarne a González, la víctima del protagonista, que se está recuperando de un balazo en la pierna. 

Si intentamos clasificar la historia desde un punto de vista del género, es esta una novela negra que se distingue del policial en tanto no busca resolver un crimen sino narrar su preparación desde el punto de vista del criminal. De todas maneras, por momentos Fontana nos sumerge en el ambiente del policial con sus intrigas, sus verdades a medias y lo que no se dice pero se sugiere, lo que queda pendiente habilitando la construcción del lector.

El libro, como toda novela compleja, no se limita a proponer una sola historia sino que abre otras líneas argumentales, algunas más desarrolladas que otras, como lo es la historia de Cristina, una muchacha que es abusada sexualmente por su padre hasta que un día no aguanta más. Esos momentos -que funcionan como contrapuntos de la otra historia- pueden dejar al lector un tanto desamparado frente al proceso. Por allí pasa el manejo de la tensión en la trama.

Algo que conecta a todos los personajes de la novela es el padecimiento de la incomunicación, de la soledad y el absurdo de sus vidas violentas o aburridas. En esto Fontana (1955) parece rescatar el tono, la angustia existencial y los principales motivos de otro uruguayo inmenso como lo es Juan Carlos Onetti (1909-1994). Derrotados, fumadores, pensativos, silenciosos; sus personajes parecen sacados de ese mundo onettiano; en el que a lo mejor todos vivimos sin saberlo. En varias entrevistas se ha declarado heredero de este autor, al punto de utilizar el espacio ficticio de "Lavanda", a modo de homenaje, como ciudad en la cual andan sus personajes y con ellos sus historias.


Suenan, tras la lectura, algunas frases.

"¿Qué cosas, esenciales, cambian la vida de un hombre después de cumplir treinta años? (...) Cuando joven, uno juega arbitrariamente con el tiempo: se siente poderoso para retroceder o adelantarse, para detenerse largamente en un instante, para intentar suertes alternada y simultáneamente alrededor de un mismo proyecto. Con seguridad ese golpe es el día en que uno descubre que ya no podrá variar eso que le tocó ser, y que todas las fugas le serán infructuosas" (1992:149-150).

Persiste una visión de la naturaleza tormentosa, de la lluvia persistente, del ambiente nocturno, frío, como trasfondo y disparador de las acciones de los personajes.

La historia envuelve y deja resonando la duda sobre la opacidad de esa frontera entre el bien y el mal, el pasado y el presente, la vida y la muerte. Su lectura es recomendable, es un viaje de ida al reencuentro con preguntas que van más allá de los personajes y del tiempo, e impactan -como toda obra de arte- sobre la experiencia y el sentir de los otros, de nosotros: los lectores, los cazadores.

Miliana Cifuentes


-Se adjunta como recomendación el siguiente artículo de Sergio Schvarz: http://critica.cl/literatura/hugo-fontana-entre-el-neocostumbrismo-y-el-existencialismo-pesimista-de-onetti

Un camino hacia la fragilidad que somos

"Fragilidad" (2009) de Andrea Blanqué (1959)      Anya es una mujer que bebe a escondidas de su familia, en el silencio de la noch...