sábado, 28 de agosto de 2021

Desmitificando al monstruo en el "Frankenstein" de Mary Shelley

 “Frankenstein o el moderno Prometeo” (1818) de Mary Shelley (1797-1851)


Aprenda de mí, si no de mis advertencias, al menos de mi ejemplo, cuán peligrosa es la adquisición del conocimiento, cuánto más feliz es el hombre que cree que su ciudad natal es el mundo entero que aquél que aspira a llegar a ser más de lo que su naturaleza le permite (Shelley; 1818. IV:113).


El libro “La noche de los monstruos” (Edhasa; 2020) reúne las historias que se produjeron en un castillo suizo durante una jornada nocturna de 1816, en que Mary Wollstonecraft Shelley, Percy Shelley, Lord Byron y el doctor Polidori se propusieron contar un cuento de espectros. 

Mary tenía dieciocho años cuando escribió el libro que daría pie al origen de un tipo de literatura (lo que se llamó proto-ciencia ficción) que tendrá su continuación con H. G. Wells, Edgar Allan Poe, Julio Verne, entre otros. 

La conexión de su historia con la ciencia pasa por el galvanismo, teoría desarrollada por Luigi Galvani (1737-1798) que generó una serie de experimentos a fines del siglo XVIII y principios del XIX, en los cuales los científicos manipulaban cadáveres animales y humanos con el objetivo de probar la reanimación de los mismos apelando a esas corrientes eléctricas que según Galvani residían en el cerebro. Hoy en día, tras todos los avances científicos que se han dado en el mundo en que vivimos, la lectura de esta novela puede desilusionar e incluso podemos asignarla como texto fantástico; pero en la época supo situarse en sintonía con ese clima de misterio que rondaba a los experimentos científicos.

Sobre este momento de producción literaria y el contexto biográfico en que se produce este relato, es interesante -como recomendación- la propuesta que trae la película “Mary Shelley” (2017), guionada por Emma Jensen y dirigida por Haifaa al-Mansour.

En el que fue considerado como el verano más frío del siglo, durante el auge del Romanticismo en Europa, se construye esta pieza artística como una novela enmarcada. ¿Qué significa esto? Que se inserta un relato (el principal, el de las aventuras de Víctor y su creación) en otro que funciona como un marco: el viaje que hace Robert Walton en altamar y las cartas que dirige a su hermana contándole su travesía, y con ella, el encuentro con Víctor y su historia. 

Las voces que se encargan del relato van variando: primero conocemos a Walton, quien escribe y envía algunas cartas a su hermana quejándose de su soledad y de cuánta falta le hace un amigo. Este se embarca en una expedición y allí es donde se cruza con Víctor Frankenstein, moribundo, quien llega para acompañarle con su desdicha y compartir con él sus infortunios. Después del propio Víctor asistimos a las quejas de su creación, que llega para contar su versión de la historia. Y de esta forma todo el libro se estructura en torno a esas confesiones de las que somos partícipes como lectores: las que hace Walton en sus cartas a la hermana; las de Víctor a Walton tras el rescate y durante su agonía final; y las que propone el monstruo a Víctor, con sus múltiples pedidos y reclamos frente a tanto rechazo. 

Toda la novela es un viaje múltiple: el de Walton, el capitán que nos embarca rumbo al Ártico y que es un espectador de esa otra narración que se va desarrollando; el de Víctor y su criatura, que entre persecuciones y luchas recorren el mundo buscando un sentido a la existencia; y el del lector, que asiste a esos devaneos y quizá empatice a través de la pena, ya que la lectura como actividad delata esa soledad y esa búsqueda que compartimos con los personajes.


                                                        ¿Quién es el monstruo?


Lo primero que nos puede venir a la mente cuando pensamos en “Frankenstein” son esas imágenes que nos han legado las representaciones culturales posteriores que fueron alimentando el mito de ese monstruo verde repleto de costuras metálicas, con tornillos que le salen de la cabeza. 

A pesar de lo que podemos pensar antes de la lectura, Frankenstein es el creador del monstruo, el joven científico y no la creación que ha trascendido las fronteras del papel; aunque hoy se lo conoce metonímicamente con el nombre de su creador. 

¿Qué consecuencias trae su existencia? En la vida de Víctor la criatura supone la muerte violenta de su hermano pequeño, William, de la criada Justine (considerada culpable del asesinato del niño), de su amigo Henry Clerval y de su esposa Elizabeth. 

El profesor Gonzalo M. Pavés (2018) sostiene que en la historia el monstruo no es el que ha trascendido en las representaciones a las que nos referimos, que se han ido impregnando en la memoria colectiva, sino que es una criatura sensible, triste, inteligente, de la que no se nos ofrecen muchos detalles físicos salvo que es alto, de piel amarillenta, de proporciones deformes y que su aspecto produce horror y rechazo. Además de que tiene una fuerza sobrehumana que no llega a explicarse del todo. 

Es abandonado tras haber sido creado y debe sobrevivir por sus propios medios y alejarse de las comunidades de los hombres para evitar la violencia de estos. 

Pese a su aspecto, esta criatura innominada manifiesta repetidas veces que no desea hacer el mal, que si ha matado es para llamar la atención de su creador y vengar ese egoísmo inicial que le ha dado existencia y que ahora lo condena a la soledad, al negarle incluso la creación de una compañera que lo reconozca como un igual, que lo ame y vuelva más amena esa existencia huraña. 

En sus palabras podemos advertir ese reclamo que hace sobre el reconocimiento de la identidad y de su dignidad, uno de los temas de la obra:

(...)Soy malo porque soy desdichado. ¿No soy acaso rechazado y odiado por toda la humanidad? Tú, mi creador, me despedazarías y lo considerarías un triunfo; recuerda eso y dime, ¿por qué tendría yo que compadecerme del hombre más de lo que se compadece él de mí? Tú no lo llamarías asesinato si pudieras arrojarme por una de estas grietas de hielo y destruir mi cuerpo, obra de tus propias manos. ¿Deberé yo respetar al hombre cuando él me condena? (...) Si no puedo inspirar amor, seré motivo de miedo (2020:228).

Esta cita también marca un momento significativo de la novela ya que a partir de aquí la criatura promete vengarse de su creador y con ello se acelera la acción.

Pero, ¿el monstruo es esa criatura o es el propio Víctor? 

Víctor Frankenstein es un ser curioso, estudiante de ciencias naturales proveniente de familia acomodada, víctima de su ansia de conocimiento al punto de que se convierte en victimario, jugando a ser un dios. Es aquel que va desenvolviendo una postura narcisista frente a las dificultades que atraviesa hasta el extremo de ignorar el peligro en el que se encuentran aquellos seres a los que quiere, por preocuparse por sí mismo. 

Anna Hardisson Rumeu propone que “esta ya no es una novela de terror, con paisajes siniestros y castillos tenebrosos (...). Se trata de un relato que plantea el problema de la identidad humana y de la necesidad de ser reconocido por los otros” (2002:251).

Además, debemos tener en cuenta cuál es el móvil de la creación. ¿Buscaba el científico crear un ser libre, que tomase sus propias decisiones y pudiese vivir armónicamente en comunión con los otros seres? Lejos de ello, uno de los principales motivos era saciar su espíritu narcisista, y tener a alguien que viviese agradecido y dependiente de su creador. El móvil que explica la creación es, en este caso, la ambición de poder.


¿Qué hace de esta novela un clásico de la literatura?

Su potencial de actualización reside, en parte, en el mito que se ha ido configurando, al que ya nos referimos. La figura monstruosa de este ser podemos encontrarla recreada en otras ficciones ya sea escritas o audiovisuales, como en la figura de Largo, el mayordomo de la familia de los Locos Addams; o también en cómics y novelas gráficas.

También podemos decir que hay una cuestión problemática que la vuelve muy interesante: el dilema de la marginación y cómo la misma sociedad repele al marginado y lo condena a continuar en un ciclo de mal-vivir que le impide salir de su situación de desventaja y carencia. 

Otro aspecto que la vuelve valiosa es su capacidad para reunir rasgos característicos del espíritu de su época: el romántico. Dentro del Romanticismo y sus producciones, entre estas la novela de Shelley, tenemos una exaltación de la libertad y el ansia por alcanzarla. También se da el trabajo con la naturaleza como espacio donde se establece una conexión con la situación de los personajes. Además la soledad y la angustia son los dos principales padecimientos de este siglo, y los dos protagonistas de este relato no están a salvo de ellas.

Rosario Ferré trae una lectura feminista de la novela: “el monstruo puede verse también como una representación simbólica de la tiranía de la maternidad sobre la mujer. Por su tono cercano a la locura, por el desgarramiento emocional que describe (...)” (1992:35), sin recaer en la falacia intencional, podemos pensar en las circunstancias de esta mujer que salía de la adolescencia y se encontraba embarazada por tercera vez. 


Como todo clásico abre las puertas a múltiples interpretaciones, a una lectura más allá del tiempo, así que quedan invitados a la aventura de la interpretación. 


Miliana Cifuentes

Recomendaciones: 

Ferré, Rosario (1992) “Frankenstein: una versión política del mito de la maternidad”. Debate Feminista, [sin datos de la revista].


Hardisson Rumeu, Ana (2002): “La criatura de Frankenstein y su lucha por el reconocimiento”. ISEGORÍA, n°26 (251-256).



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