martes, 30 de noviembre de 2021

Un camino hacia la fragilidad que somos

"Fragilidad" (2009) de Andrea Blanqué (1959)

    Anya es una mujer que bebe a escondidas de su familia, en el silencio de la noche, desde donde repasa su vida aburrida y normal, mientras fantasea con una existencia aventurera donde es una guerrillera, una mujer valiente y libre. 
    El ruido del vino cayendo de la caja al vaso, o de la botella a la copa, la transporta a ese mundo donde por un rato es todo lo que no puede ser. Hasta que se anima a serlo.
    La protagonista repasa su infancia a través de la figura de Leda, marcando los contrastes con esa niña que vivía en la casa de al lado cuando ella nació. La hija de dos "subversivos" a los que un día se llevaron las bestias verdes de un país violento, junto con el prófugo que habitaba en el cuarto de herramientas. 
    Su marido trabaja todas las noches de todos los días. Los viernes sus hijos se quedan con los abuelos. Ella decide salir a tomar afuera, visita un bar, desafía e incomoda a los parroquianos con su presencia: ¿qué es sino un signo de rebelión y de libertad una mujer que toma sola en un bar, sin esperar a nadie, sin buscar nada sino a sí misma? Allí arranca ese viaje que la va a regresar a su raíz, a una tía solterona que vive aislada en el norte del país, a un río que -como nosotros- nunca es el mismo, y a la promesa abierta de un retorno y una rehabilitación, hacia el final. 
    
Una noche conoce a un tipo más joven que ella, descubre el mundo de un cuerpo extraño y desde entonces mira con otros ojos su cotidianidad. En una cena lujosa insulta a todos sus compañeros de trabajo y les confiesa un repudio profundo. Se rebela contra su clase social, contra su estatus, contra la imagen de secretaria intachable, de mujer de buena vida, de esposa fiel y de niña de buenos modales.
    En ese camino de liberación, decide abandonar la casa en la que vive, alquilar una pieza en un hotel, dejar a su familia en un balneario y salir a buscar una nueva sensación. Se sube a un ómnibus con la guitarra de la madre de Leda, que ha llenado de música las celdas de esa dictadura ruin que quedó y no quedó atrás, y ahora inunda los espacios del transporte público, interrumpe la monotonía del viaje.  
"(...) vuelvo al estribillo y largo el llamado a las tarariras: todo el ómnibus se llena de río, de peces, de hojas de sauce que caen sobre el rostro de la gente, todos los pasajeros pueden  oler el aroma del agua que sube del río, los juncos, el ceibo que crece cerca, la acacia, el espinillo". (197).

    Anya es rescatada por el arte, por esos acordes y melodías que su cuerpo recuerda sin que ella pueda explicarlo, y que se remontan a una juventud en la que todo era posible. Y no hay otra cosa sino la manifestación de un libre albedrío en ese gesto de abandonar su trabajo, su lugar cómodo en el mundo, y subirse al ómnibus a cantarle a desconocidos. 

Un guiño de intertextualidad 
    
    José, el tipo del bar que le regala un ramo de jazmines y después de un encuentro la busca por la ciudad, menciona la novela "Moderato Cantabile" (1958) de Marguerite Duras (1914-1996), el título hace referencia a un tiempo musical "moderado", "cantable".
    ¿Qué conecta a la novela de Duras con la de Blanqué? 
    Ambas son historias de mujeres que buscan el conocimiento de algo en contacto con seres apenas conocidos o entrevistos, con un brebaje de por medio, que va aliviando el aburrimiento, la repetición, y que despierta al cuerpo para otro estado de percepción. El adulterio y la seducción son otros puntos en común. Y la conexión con los hijos a través de la música. Tanto Anne como Anya son mujeres frustradas, que tienen una posición social holgada que no las colma, las dos están aburridas y son llamadas por ese otro mundo que desconocen y que buscan a tientas.

Lo que despierta
   
    Hay algunas cuestiones interesantes a lo largo de la novela sobre el contexto histórico en el que se enmarca, que no es otro que la época en la que vivimos. A lo largo de la obra Anya va diciendo cosas sobre este país en el que vivimos. Una interesante, para pensar cómo se actualiza doce años después: 
Reflexionamos con Leda cómo en un país devastado, donde de pronto desaparecieron las fábricas y las oficinas, de un día para otro, un país que durante gran parte del siglo veinte fue laborioso y tenaz, y que súbitamente, en veinte años, los ómnibus, las calles, las ferias, se poblaron de seres para quienes la palabra trabajo se ha convertido en un arcaísmo perdido, una palabra que no se pronuncia, que se olvida como el término de una lengua extranjera, cómo en ese país transfigurado aún es posible buscar el pan, el lugar para dormir, el vaso de leche o el de vino (Blanqué; 194-195).   
  La novela también se constituye como un testimonio de lo que fue la noche oscura de esos doce años de dictadura en el Uruguay, en este sentido es que Plotnik (2019) lee la historia en esa encrucijada de lo que la memoria rescata a través del canal de la literatura.  
 Es inevitable acompañar la historia de Anya y sentir ganas de manotear una guitarra y metamorfosearnos en esos seres autóctonos que no tenían una vida más allá de la naturaleza, que cantaban sus penas y sus alegrías en contacto con el mundo, y no alejados de éste. 
   Ya sobre las últimas páginas surge la necesidad de aplazar ese final, aparece la tentación de servirse algo para beber, algo que nos quite "esta luminosa conciencia". La historia de Anya es una invitación a destapar algo: una botella, una convicción, una vida tranquila que esconde algo podrido o roto. Quedan invitados a la incertidumbre de la introspección. O al menos a su antecedente: la lectura.

Recomendación aparte:
Plotnik, Viviana (2019): "Memoria, nostalgia y alegoría nacional en Fragilidad de Andrea Blanqué". Recuperado de la web: http://critica.cl/literatura/memoria-nostalgia-y-alegoria-nacional-en-fragilidad-de-andrea-blanque 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un camino hacia la fragilidad que somos

"Fragilidad" (2009) de Andrea Blanqué (1959)      Anya es una mujer que bebe a escondidas de su familia, en el silencio de la noch...